EL DEBATE
El debate es un acto de comunicación y exposición de ideas diferentes sobre un mismo tema entre dos o más personas, el que será más completo a medida que los argumentos expuestos vayan aumentando en cantidad y en solidez de sus motivos. La finalidad directa y expuesta a conocer las posturas, bases y argumentos funcionales, de las distintas partes de una discusión indirectamente puede cumplir un rol de aprendizaje y enriquecimiento para quienes participan en un debate, pueden eventualmente cambiar a otra postura o profundizar y enriquecer la propia, aunque eso no es la finalidad o el principal motivo de un debate.
Temas tratados:
Crear escuelas que preparen para el futuro
En una sociedad como la nuestra, la generación de conocimiento se ha convertido, probablemente, en la forma más relevante de trabajo, productividad y competitividad.
Las actividades estratégicamente dominantes se producen, cada vez más, en interdependencia global.
La escuela, en este escenario, ha ganado valor estratégico, pero, en la medida en que va dejando atrás los parámetros que establecía la sociedad industrial, ha ido perdiendo su posición tradicional en la conservación del saber y el monopolio de su transmisión entre generaciones.
Las soluciones organizativas propias de la escuela tradicional a menudo resultan poco adecuadas para dar respuesta a un contexto tan cambiante y complejo como este, en el que la aceleración de los procesos de innovación ha encontrado su reverso inmediato en la generación de prácticas y saberes obsoletos.
Los centros educativos, en esta coyuntura y del mismo modo que otros sectores de nuestra sociedad, encaran el reto de reencontrar su ubicación.
Las escuelas tienen el desafío de convertirse en espacios en los que los maestros y alumnos puedan encontrar la oportunidad de reconstruir el sentido de la actividad educativa y abrirla a través de nuevos vínculos con la comunidad educativa que, en la sociedad red, debe entenderse, más que nunca, en su sentido más extenso.
La escuela, en este escenario, ha ganado valor estratégico, pero, en la medida en que va dejando atrás los parámetros que establecía la sociedad industrial, ha ido perdiendo su posición tradicional en la conservación del saber y el monopolio de su transmisión entre generaciones.
Las soluciones organizativas propias de la escuela tradicional a menudo resultan poco adecuadas para dar respuesta a un contexto tan cambiante y complejo como este, en el que la aceleración de los procesos de innovación ha encontrado su reverso inmediato en la generación de prácticas y saberes obsoletos.
Los centros educativos, en esta coyuntura y del mismo modo que otros sectores de nuestra sociedad, encaran el reto de reencontrar su ubicación.
Las escuelas tienen el desafío de convertirse en espacios en los que los maestros y alumnos puedan encontrar la oportunidad de reconstruir el sentido de la actividad educativa y abrirla a través de nuevos vínculos con la comunidad educativa que, en la sociedad red, debe entenderse, más que nunca, en su sentido más extenso.
Las competencias y los aprendizajes en un mundo globalizado
Esta mirada sobre los aprendizajes no es banal, ni solo plantea un cambio de enunciados en el currículo. No sabemos todavía demasiado bien cómo tendrá que ser la escuela del futuro, pero imaginarla de nuevo parece cada vez más prioritario para que, repensando las metodologías de enseñanza y aprendizaje, la organización escolar, las estrategias de evaluación y la colaboración con el entorno, los centros educativos puedan ser capaces de ofrecer las competencias que el siglo XXI exige a los ciudadanos. Tenemos escuelas e institutos que ya están ensayando respuestas a estas y otras preguntas, pero el reto no parece que pueda quedar resuelto con un proceso de reforma. La innovación que hay que cubrir plantea una transformación de mayor profundidad en el sistema educativo y, en último término, en la dinámica de la vida cotidiana de cada escuela.
¿Qué quiere decir ser un buen profesional de la educación para el siglo XXI?
Posiblemente, es poco arriesgado asegurar que, a día de hoy, el profesorado continua siendo clave en cualquier sistema educativo. De hecho, es sencillo darse cuenta de su papel crítico, si tenemos presente que en sus manos recae, en última instancia, la responsabilidad de acompañar a los niños y jóvenes en el proceso de aprendizaje de las competencias que les serán imprescindibles para poder convertirse en ciudadanos activos, participativos y, en último término, comprometidos con el progreso social. No obstante, el ejercicio de la función docente se ha convertido progresivamente en complejo. En un mundo globalizado como el nuestro, las funciones educadoras se re formulan para poder atender los retos de una sociedad fundamentada en la economía del conocimiento.
¿Cómo se financiará la educación en el futuro?
En los últimos años han proliferado por todo el mundo nuevos modelos de provisión de los servicios educativos que incorporan en mayor o menor grado la participación del sector privado. La crisis financiera actual refuerza el recurso al sector privado como mecanismo para garantizar la sostenibilidad de los sistemas educativos públicos; al mismo tiempo, hay actores que defienden que la incorporación de lógicas de mercado en la gestión educativa (competencia, libre elección de los centros, provisión según la demanda…) redundará en una mejora de la eficiencia de los resultados educativos.
El aprendizaje a lo largo de la vida: ¿para qué y para quién?
Vivimos en tiempos difíciles, en los que los diferentes contextos sociales enseñan (y de ellos aprendemos) que las personas han quedado reducidas a su versión de “hombre economicus”, en los que el neoliberalismo imperante impone la reducción de derechos y recursos, en otro tiempo garantizados por ley, entre ellos el de la educación para todos a lo largo de la vida.
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